miércoles, 3 de marzo de 2010

Luchemos en contra de la adversidad.

Luchar contra la adversidad es una gran prueba, superior es cuando se trata de la naturaleza. Fuimos puestos en esta tierra para dominarla, al hacerlo moldeamos nuestro carácter y forjamos nuestro destino.

Como seres humanos, cuando nos abocamos a esta tarea lo hacemos desde distintos ángulos. Individual o colectivamente tenemos distintas formas de pensar para enfrentarnos a la naturaleza.

Sin embargo a veces todo parece ser diferente, la lucha es tan grande que ella misma con su fuerza nos obliga a deponer nuestras propias ideas y consagrarnos a encontrar puntos de acuerdo con los que piensan distintos, ya que para dominar la naturaleza debemos compartir esfuerzos.

El terremoto del sábado 27 de febrero de 2010 es un ejemplo elocuente de que debemos unirnos todos los chilenos para poder sobrepasar sus consecuencias, porque nadie puede objetar que la tragedia que Chile esta viviendo, tiene límites inconmensurables.

A cada minuto que pasa recibimos información directa en cuanto a las condiciones y los desafíos que tenemos. Los chilenos desde que tenemos uso de razón nos vemos afectados por los desastres naturales, como así también más de alguna vez en nuestra vida, nos hemos visto afectados por desastres causados por el hombre (incluyéndonos nosotros mismos).


Generalmente, la mayoría de nosotros, ya sea por un desastre natural o provocado, tenemos que pasar por privaciones materiales, de alimentos, o de bienestar en general, lo que nos obliga a superar con prontitud estos retos, ya que evidentemente no podemos pasar por la vida aceptándolos sin luchar en contra de ellos, para ello estamos dispuestos.

Por pasar tantas altas y bajas a lo largo de la vida de nuestra Nación es que ya sabemos con absoluta certeza de que el frío invierno de la tragedia, inequivocamente dará paso a la agradable tibieza y certidumbre de una nueva primavera.

Sabemos que debemos enfrentar el futuro con optimismo, pero también sabemos que para tener la certidumbre de que sea la primavera el paso a la estación estival debemos trabajar y emprender con toda nuestra fuerza, y sin flaquezas confiar en Dios, quién nos iluminara y nos influenciara.


Son muchos los ejemplos que tenemos en los cuales la angustia, y la preocupación de un futuro incierto parecen estar siempre presentes. Frente a ello mucho nos refugiamos en la Fe y otros la desdeñamos. Abundan las historias de de perseguidos, de torturados, de encarcelados, de refugiados, de damnificados, y todas marcadas por sus luchas y consecuencias, pero todas tienen algo en común...hay que sobrellevarlas, nos guste o no, porque la vida no se detiene.

¿Cómo sobrellevarlas?


Trabajando.

Hoy demasiadas son las voces que nos intentan convencer de que no trabajemos. Con evaluaciones mezquinas nos incitan a perder de vista la principal razón por la que los seres humanos existimos. El trabajo de cualquier naturaleza dignifica. Quizás a veces tenemos que enfrentarnos a la triste situación de que somos o mal evaluados o mal pagados, no obstante si perseveramos en trabajar, nuestra condición tiende a ser mejor de que cuando no lo hacemos.

Las circunstancias por las que esta pasando nuestro país, requieren de trabajo, individual y mancomunado en muchas labores, sólo así podremos superar las actuales adversas condiciones, también así evitaremos pensar demasiado en lo dificultoso que resulta aceptar que lo que ha ocurrido es una real desgracia.

Perseverancia, constancia, firmeza de carácter y principios para trabajar, nos aseguran recuperación y progreso.

Cuanto ama Dios al trabajador...El dijo: "con el sudor de tu rostro comerás el pan", y quien no tiene miedo de empeñarse en trabajar digna y honradamente son los que traen prosperidad para sí y para la comunidad a la que pertenecen

El trabajo contrarresta la ansiedad, alivia penas y nos ilumina con posibilidades y esperanzas diarias. El trabajo nos premia con metas alcanzadas. El trabajo nos prestigia en lo que hacemos y nos otorga derechos, derechos inalienables como la libertad, libertad que necesitamos para emprender según sea nuestra voluntad, voluntad con la que decidimos si es necesario, agotar hasta el cansancio la insigne "labor de cada día".

Hoy cuando pareciera que estamos atorados entre los escombros y la herrumbre, cuando con pena hurgamos entre ellos sin saber que vamos a encontrar es natural que pensemos en Dios allá a lo léjos, distante. Y llegamos a pensar que nuestra plegaria cae en el vacío, sin embargo nuestro fuerza física nos trae de vuelta y comprendemos que no basta con rogar y decir que lo intentaremos, y que trataremos. Debemos pensar y también hacer.

Frente a la adversidad es que se aprenden las mejores lecciones, y es frente a ella cuando aparecen las grandes necesidades.


Y la mayor necesidad frente a este desafío es que quienes anhelen trabajar duro y con tenacidad requieren hacerlo con la mayor de las libertades y obtener justas recompensas.


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